Camino Santiago Soria
Camino Santiago Soria

por Alfredo Vallejo

El Camino es un fenómeno complejo que abarca niveles muy diferenciados; la aventura, el pasatiempo, una forma de ocio, espiritualidad, excentricidad, religiosidad, conocer a otros, ejercicio de huída, mejorar la salud física, mejorar la salud del alma… y siempre una aventura estética.

 

 

Todos los caminos tienen su belleza y en todos la belleza es exuberante. El Camino Francés es realmente hermoso, con sus cambios de tierras y paisajes, con sus distancias, con su historia. Y el Camino de la Costa. Y el Camino Antiguo. Y el Camino de La Plata. Y el camino que desde tu casa llega hasta Santiago.

 


Hay un tramo  del Camino de Santiago, el llamado Camino Castellano Aragones, que desde siempre fue un “camino de enlace” para recoger los peregrinos que desde el bajo valle del Ebro, desde las costas mediterráneas, desde los condados del Reino de Aragón y las tierras orientales de Castilla se dirigía a Compostela.

 


El tramo, (los tramos mejor), que atraviesa la provincia de Soria son de una belleza única y especialmente diferenciada. La estética de este Camino como propia de una “tierra de frontera” es un acontecimiento. Se diría que una vez que el peregrino comienza a subir a la meseta se adentra sin apenas darse cuenta al principio, después casi con “escándalo consciente” en un universo de belleza que sobrepasa e inquieta. Una belleza que nunca es exuberante; es una belleza profunda, hacia adentro, hecha de matices y al alcance sólo de las almas a quienes gusta sólo lo mejor.

 


¿Ha observado alguna vez la gradación cromática de estas tierras sorianas? En cualquier estación este Camino es un estar inmerso en un juego de colores que no se da en lugar alguno. Cielos intensamente azules y limpios, el dibujo de las nubes presurosas que atraviesa la Meseta, el verde oscuro de encinares, la tierra roja, el gris de calizas, los verdes intensos del roble en verano, los sembrados de trigo, o los barbechos; los pueblos aldeas solitarios y silenciosos agazapados en la tierra con sus iglesias románicas y sus majadas.

 


En este Camino Castellano Aragonés se podrían diferenciar tres tramos de belleza un tanto distinta entre sí.


 1º.- Tramo: Desde Gallur hasta Tarazona.- Es un paisaje típicamente aragonés donde la vega y el desierto se acercan arriesgadamente. El Moncayo es el telón de fondo que siempre acompaña al peregrino; un cierto sabor árabe te embarga llegando a su apoteosis en Tarazona. El mudéjar es Patrimonio de la Humanidad. Tarazona es un enclave sobrecogedor de belleza de día; cuando llega la noche no recordarás nada semejante. Te hará pensar que el Camino también llega a las tierras de ensueño de las mil y una noches.


2.- Tramo : Se extendería desde la salida  de Aragón por los Fayos hasta la misma ciudad de Soria. Es el tramo más castellano y rico en matices y en profundidades. El Moncayo sigue siendo compañero del caminante peregrino. La silueta hierática y estanca de este monte-mojón se va metiendo en el alma y en la piel, y en los huesos. Las estaciones cambian y con ellas la cima de este monte. Suele tener nieve muchos meses, bellísimas sus laderas altas teñidas de amarillo en primavera. Quien sabe mirar al Moncayo no necesita consultar el tiempo que va a hacer. El Moncayo lo dice todo de muchas cosas; preguntad a algún viejo lugareño al respecto. Os admirará.

 


Aquí el espíritu de la tierra puede llegar a poseerte. Una tierra hoy dormida en su belleza, antaño frontera desolada; tierra de luz con un cromatismo único; tierra de horizontes dilatados pero no excesivos; tierra de aldeas dormidas en un sueño que anuncia la muerte ( o la resurrección?)

 


Llegar a Ágreda y sentir la historia pegada a sus calles y edificios; sentir en su recinto medieval aquellos tiempos en que árabes, judíos y cristianos se entendieron en forma de excepción; evocar en este “pueblo de frontera” a una mujer enigma, sor María de Ágreda, que determinó algunas décadas la historia de España y que desde su convento en esta villa aconsejaba al Rey de España.

 


Atravesar los montes del Madero por la antigua vía romana de camino Antonino por bosques y algunos barrancos calizos donde puedes llegar a escuchar el SILENCIO DEL KARS, o a lo lejos, si tienes suerte, el canto primaveral de un cuco solitario. Todo es un acontecimiento.

 


Y en cada pueblecito, una iglesia chiquita y preciosa de un románico humilde. Especialmente interesantes serán para el peregrino las iglesias de La Omeñaca, de Pozalmoro, Fuensauco.

 


Así llegamos a Soria, una ciudad “que ni te la imaginas”, como reza el decir. Una ciudad menguada en habitantes pero gigante en historia, en Camino de Santiago, en Románico.

 


Soria pertenece a este segundo tramo. Por su importancia y belleza trataré específicamente de ella en mi próximo trabajo.